Álvaro J. Iradier

Cada día lo tengo más claro, y mi última experiencia en la ciudad condal lo confirma. No hay nada como poner mucho dinero de por medio para hacer las cosas mal. Lo triste es que el dinero flota, atraido por las personas que ya tienen mucho y que no deberían estar ahí, y la mierda pesa y cae hacia abajo, que es donde estamos nosotros.

El análisis y diseño de la aplicación que estamos desarrollando para la transportista se podría equiparar a una operación a corazón abierto realizada por una panda de pingüinos subnormales con Parkinson operando con guantes de boxeo. El resultado está para tirar directamente a la basura. Las discusiones sobre la aplicación y sobre cómo hacer las cosas son como oir a los protagonistas de juego de niños hablando sobre política.

Por lo visto eso de tirar el proyecto a la basura ya se debe haber hecho una vez. Ahora estamos con el Remake del proyecto, que no es una gran mejora (no quiero saber cómo era el original).

Hacer una nueva pantalla o formulario es doloroso. La reutilización de código, herencia, etc. brilla por su ausencia. Se jactan de la utilización de unos componentes reusables de documentación nula, que cuesta más aprender a usar qué rehacer de nuevo.

Este proyecto está condenado a su muerte. O quién, sabe, tal vez a base de dinero salga adelante, y acabe implantandose.